Coartada Perfecta – Autora: Betty Humeniok

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 Este texto corresponde al Taller Virtual de Cuentos Breves “Te cuento, me cuento en tiempos de Coronavirus”

  -¡Confiese de una vez,  ¡usted lo hizo!

    -Ya se los he dicho, no fui yo. Algo me dieron,  solo recuerdo desmayarme para luego encontrarme en la cama tirado con ustedes por todo el sitio, pregunten a los que estaban conmigo.

   Mis manos se posaron sobre mi rostro, tenía un dolor de cabeza espantoso, intentaba  reconstruir los eventos en mi mente. José, Marcos, su amigo quien le apodaban el Juez, las dos mujeres y yo. Debíamos reunirnos en el departamento de José, sólo los dos desde que está en un cargo político alto se ha comportado extraño conmigo. El sabía que mi trabajo es informar, soy uno de los periodistas más prestigiosos del país y amo mi profesión  por qué querría mentir sobre las cifras del Covid, siempre le expresé mi desacuerdo con las informaciones falsas, negarme esa mañana en pasar noticia trucha sobre un muerto de una persona con prestigio  por un virus que no tenían,  era poco ético, generando mi actitud un enojo contundente en José, la idea de la reunión era aclarar diferencias. Pero la fiesta clandestina no estaba dentro de mis planes.

    El oficial de la Federal descargó con fuerza sus dos puños sobre la mesa, como en forma de protesta sobre un interrogatorio dónde no lo conducía a ningún lado.

     -Mire, esto se está dilatando mucho, lo admiré siempre por su trabajo, créame si confiesa de una vez,  la justicia le dará libertad condicional, medianamente podrá continuar con su vida, sino puede terminar preso, todo lo incrimina, trate de hacer memoria.

    Respiré hondo, tenía razón el interrogatorio había durado más de tres horas, lo miré, le pedí un café, un analgésico,  un vaso con agua y le dije que necesitaba un segundo para recordar. Sin decir una palabra se dirigió a la puerta, ordenó al oficial afuera que trajera el pedido, al regresar se sacó el saco,  se sentó nuevamente frente a mí quedándose  hasta que vinieron con los cafés. Esperó un rato,  luego me dijo que empezara a contar todo, asentí con la cabeza para relatar  la reconstrucción desde la mañana.

     -Estaba en mi programa radial como siempre desde la 6 a.m., recibía de Salud Pública las estadísticas actualizadas de casos del Covid todos los días aproximadamente a las 7:30, esa mañana José me llamó, era inusual que lo hiciera, en la tanda musical me salí  del estudio para ver que necesitaba.

  Tenía conocimiento sobre los engaños a su esposa, pero desde que comenzó en su cargo público escalando posiciones había empezado con su amante un amorío bastante fuerte; esa mañana me dijo que la mujer de él descubrió su engaño, estaba desesperado por su imagen. En tono de broma dijo “lo mejor que podría pasarme es que mi mujer y el marido idiota de mi amante desaparecieran»; luego me dijo que llegaría parte de salud con números de un fallecido por Covid; ambos conocíamos la historia de este personaje, un hombre con un buen poder adquisitivo del interior, desde que empezó la cuarentena fue la piedra en el zapato, pero gozaban de excelente salud. El oficial me interrumpe para preguntar:

   -Alguna vez el diputado le mencionó  quién era su amante?

  -No que recuerde.

  -En cuanto a lo del empresario, ¿por qué afirma que no murió por el virus, pudo haberlo contraído, ¿no le parece?

   -Es que días antes este hombre mandó  una intimidación a autoridades para que retractara unas medidas impuestas a su empresa,  las cuales él y sus socios consideraban eran un atropello a los derechos constitucionales, luego esa tarde él  sufría  un atentado en su domicilios donde fue brutalmente golpeado hasta provocar su muerte; yo cubría la nota, pero a pedido de su esposa quien me pidió  no hacer público, pues temía por sus vidas.

   -Prosiga.

  -Luego de discutir esa mañana con José y negarme a dar información falsa; él se enojó, pero luego me pidió para ir de noche a su departamento,  distendernos para hablar tranquilos. Accedí, éramos amigos, si bien mi esposa nunca lo quiso en nuestro hogar, el había movido sus contactos para que ella pudiera trabajar en un organismo oficial, mi mujer no sabía quien la ayudó.

   Llegada las 21 horas estaba en la puerta del departamento de José, está demás decir que ese lugar lo tenía en secreto para sus encuentros amorosos. Cuando ingresé me encuentro que era una especie de “fiestita» con un par de mujeres, alcohol y algunos cigarrillos de marihuana, nada extravagante, pero estaba ajeno a mis principios, José ya tenía unas copas de más, enseguida me abrazó, pidiendo de inmediato disculpas por su comportamiento de horas antes. Le reclame  eso no era lo pactado así me dispuse a irme pero el insistió a que un buen rato no le haría mal a nadie, forzándome a entrar.

     -¿Porqué se quedó, habiendo visto ya la clase de reunión Usted sabia donde podría terminar, mujeres, alcohol, droga, gente con poder, le gusta los peligros o es un tonto?

    Lo miré sin estar seguro de cómo contestar, aunque a estas alturas estoy seguro fui un tonto en haberme quedado. El oficial tomó su último sorbo de café reclinándose en el respaldo del asiento dándome señas a que prosiga.

   -El caso es que, en un momento dado mientras los otros se divertían, José me sacaba al balcón, ahí me manifestó que estaba preocupado porque su esposa sabía sobre su departamento y  encuentros con su amante,  me pedía para encubrirlo mintiendo que el departamento era mío. Luego de discutir el asunto y no aceptar regresamos adentro, José mandó un mensaje de teléfono,  luego agregó a los otros a  continuar la fiesta en otro lado, lo cual despertó mi atención, cuando se fueron , José se dirigió al bar a prepararme una bebida, tomé de golpe el vaso con whisky, pero mi intuición al ingerir me indicó que tenía una sustancia, en eso la puerta del departamento se abrió bruscamente entrando la mujer de José, furiosa empezó a insultarlo, cuándo me vio me dijo que era un estúpido de confiar en su marido.

  Es lo último que recuerdo ya que me desvanecí.  Posteriormente,  al abrir mis ojos me encontré con la escena de, oh por Dios, todavía no puedo creer, la esposa de José muerta en la cama desnuda y acuchillada; yo a su lado, no por favor, no sería capaz, no tengo motivos para matar a la mujer de un amigo.

   -¿A menos que su esposa era la amante de su amigo José, y usted preparó la coartada perfecta, matando a ella y a él con una sobredosis?

  Enseguida levanté la vista.

 – ¿De dónde saca semejante disparate?¿cómo qué José está muerto?, amo a mi esposa y jamás haría daño a alguien.

-Su abogado le explicará la situación. Aguarde acá. Dijo con ironía el oficial,  mientras cruzaba la puerta de metal.

Betty Humeniok.
Reside en L. N.Alem, Misiones.
Profesora de Inglés. Diseñadora gráfica. Aficionada en dibujo a lápiz.
Publicó la novela “El secreto del fin de los tiempos” (2019).

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